Un proyectillo... debo admitir que nunca pude terminar el Cántico, no sé, se me detuvo el pensamiento pa' ese lado... hoy, gracias a un amigo empecé a escribir algo que va mejor encaminado, porque es más general y me da mayor amplitud de... blahblah. En fin, les dejo al Personaje y el Preludio (una parte)... avancé bastante rápido, casi terminando Acto I... en fin, esooo... quizás pueda ser monótono que sean puros monólogos... cada acto son monólogos de otros personajes y el preludio es para un personajillo que tengo en la cabeza de tiempo ya... en fin, los dejo.

El Cuernohierro

El Cuernohierro: Les puede quizás parecer extraño, incluso reprochable, que en un simple monólogo, en donde no encontramos probabilidad alguna de confusión entre una multiplicidad de agentes dramáticos que se haga un apartado especialmente para identificar al único (y probablemente gran) personaje.

De cualquier forma, y sin tomar en cuenta de ninguna manera juicio alguno que pudiese relegar el valioso proceso de darles a entender la esencia misma de este gran (y probablemente único) personaje.

De entrada, debo comentarles que El Cuernohierro es un demonio, diablo superior, servidor del infierno y devorador de vidas… o, quizás, como diría en otra ocasión, Señor de Liendres, Moscas y Gusanos. Como cualquier diablo, su función es quitarnos lo último que muere, para así morir.

El hombre es cobarde. Puede contener una cantidad masiva de odio, rabia o ira, pero necesita un pequeño empujoncito para demostrarla. Para terminar una vida es necesario quitar otra primero: la vida perdida del ejecutor del crimen, que ha sido vacilado por el espíritu y maldad intransigentes de un demonio, al que antes me refería por ‘empujoncito’.

El Cuernohierro no solamente es un demonio, sino que es uno connotado y admirado en la población infernal. Grande icono en la maldad.

Preludio

(El Cuernohierro, Señor de las horas pasadas o perdidas, se encuentra ya dispuesto al sueño profundo en la caverna de los gritos. Acurrucado en uno de los muchos rincones rocosos, pasa revista de su vida que, aunque inexistente, se viste con la joyería del castigo y la tortura).

Cuernohierro: (mirando atentamente al frente, como si le hablase a un invitado invisible) Estas son buenas noticias. He encontrado por fin lo que muchos buscan: nada. (suspira) ‘Sueña con el vacío y despertarás con tu sueño realizado’, dicen algunos mortales ajenos a mi gloria. Esos mortales mienten. (se muestra seguro) Pero dicen la verdad.

Mienten porque realmente no lo creen: ven sus deseos más íntimos en la lejanía más absurda y se convencen con esas palabrerías poéticas de que realmente no buscan nada, que es mejor sentarse y examinar boquiabiertos a sus compatriotas, sonriendo en la alegría de su falsa mentira, admirando lo astutos que son al crear escapes de tan ingeniosa forma.

Pero, de cualquier forma, dicen, sin quererlo, la verdad. En su fútil intento de solucionar haraganamente sus problemáticas, no encuentran sino que la verdad más digna: que los sueños son nada y que el vacío es aquel silencioso, siempre delicioso manjar que te lame los labios.

¿Quién dice que un demonio es malo? Un demonio es sabio. Un demonio ya se enteró de ese exquisito vacío y de cómo obtenerlo, usando los mecanismos que le parezcan más convenientes. Pervertir, poco a poco, esos haces de ilusión que derrochan de los ojos, que pintan en los murales, que balbucean en sus cuerdas, que gritan alegóricamente, que escriben pasionalmente, que imitan como mimo desnaturalizado.

Virtuosos. Si, los humanos son virtuosos. Pero hasta el hombre más virtuoso está a un secreto de pertenecerme: ese mató a su hermana, el otro violó a su tía –que hermoso conquistar esos corazones susurrando unas cuantas verdades en oídos inocentes.

Cobardes. Por supuesto, los humanos son cobardes; y la cobardía son mis dedos en sus almas. Prometen y huyen. Hablan y callan. ¡Es la gratitud de lamer sus tobillos, hacer correr algo de hielo y hacerlos temblar! ¿Quién dijo que los demonios son malos? Los demonios son sabios. (gritando) ¡He encontrado el vacío! (susurrando) Y te pisa los talones.

¿Quién no admira el acero profundo del Cuernohierro? ¿Quién no querría unos segundos estas garras, o estas alas. ¿Quién no quiere el poder de herir? El poder de matar.

Vivo en la caverna de los gritos y he pasado por las montañas de cráneos. Profano a tu corazón y he manoseado tu alma. He dormido mientras duermes, en tu mismo lecho, rozando con mis manos tu cabeza descarnada. Te he acariciado en esas noches de algo más que lujuria. (se levanta de golpe) ¡He descartado toda posibilidad de redención!

Eres gozar sobre las rodillas. Eres arañazos en tu espalda, látigo en tus piernas, susurro en el oído. Eres bastión de la inmundicia: eres humano. El tiempo es Juez, Jurado y Verdugo y yo me siento sobre su cabeza y me cago en sus relojes. Soy la pauta de tus pasos. La puta en tu cabeza.
¿Y quién te dio a ti el derecho de elegir? ¿Qué cómico Iusnaturalista te mencionó la idea de escoger? Al suelo a comer hollín, que te espera el tentempié.

Si pudieses vivir en mis zapatos. Si pudieses escuchar sus gritos y palpar sus pechos tensados, los brazos alzados, la cabeza gacha y las lágrimas de su cara, ¡los lloriqueos del perdón!, ¡la ingratitud de la obra! Tú naciste y luego mereciste el infierno. Pecas y luego existes; quizás pienses. Tú naciste y desde entonces te esperé, sentado, arrinconado acá, a la vuelta de la amatista, junto al arroyo. Tú naciste con mi marca, predispuesto a pertenecerme, a yo comerte, a yo escupirte y quizás pisotearte, a ser bajativo de los gusanos.

De mis gusanos.